Hay momentos en que lo pulido se siente falso y lo crudo se siente cercano. Las piezas sin filtro funcionan porque muestran procesos reales: decisiones a medias, errores solucionados en directo y lenguaje cotidiano. Eso baja la barrera entre marca y persona; la gente no busca perfección, busca voces con las que pueda identificarse y actuar.
Úsalo con ventaja cuando la honestidad sea tu ventaja competitiva. Prueba estos tres enfoques rápidos:
En la práctica, graba con el móvil, acorta la intro a 3 segundos, acepta ruido ambiente y edita menos. Agrega subtítulos, un CTA claro y una métrica para medir (retención a 10s, clicks al enlace o mensajes directos). Si la versión cruda gana en autenticidad pero no en alcance, escala con prueba pagada y mantén la voz: el éxito es iterativo, no glamouroso.
Hay una línea fina entre ser llamativo y provocar mareo; la clave es que el primer impacto funcione como puente hacia una acción concreta. Si el diseño logra arrancar un "wow" pero el mensaje se pierde en el ruido, todo el esfuerzo se convierte en efecto teatral sin conversión. Convierte el asombro en claridad: que la sorpresa señale lo siguiente que quieres que haga la persona.
Empieza por reducir: paleta limitada, un punto focal y espacio negativo son aliados para que el ojo descanse y la atención vaya directo al CTA. Usa contraste para jerarquizar; tipografías grandes para titulares y tamaños más pequeños para el soporte. Recuerda que menos elementos bien dirigidos generan más confianza que mil destellos competidores.
El movimiento es mágico cuando es sutil. Microinteracciones y animaciones breves aumentan retención si respetan tiempos y rendimiento. En plataformas rápidas como TT o Instagram el primer segundo decide si siguen viendo; adapta la intensidad según el canal y elimina todo lo que ralentice la carga. Menos latencia, más posibilidad de cumplir objetivos.
Piensa en resultados desde el boceto: coloca un CTA visible, usa microcopy que reduzca fricción y prueba variantes con A/B testing. Mide CTR, tasa de conversión y tiempo de visualizaciòn para saber si ese wow se traduce en ventas, registros o suscripciones. Los datos te diran si el brillo fue útil o solo decorativo.
No es magia, es método: diseña con restricción, prueba con métricas, optimiza y replica lo que funciona. Mantén plantillas flexibles para escalar sin perder la chispa y recuerda que el objetivo es que el asombro empuje a la acción, no que la distraiga.
Ser raruno con propósito consiste en diseñar extrañeza que sume, no que distraiga. La rareza debe tener dirección: sorprender para que el público recuerde, se identifique o haga algo concreto. Cuando lo extraño tiene intención, pasa de curiosidad pasajera a arma creativa.
Empieza con tres acuerdos internos: restricción —limita colores, tiempos o formatos para que la rareza sea legible—; ancla emocional —vincula la excentricidad a una necesidad humana—; y función —asegura que el gesto raro resuelva, explique o impulse una acción. Sin eso, solo generas ruido bonito.
En la práctica, prueba micro-choques: un detalle visual que no encaja, un texto diminuto que cuenta una mini-historia o una animación inesperada en un punto clave. Pequeños toques raros aumentan memorabilidad sin romper la coherencia de marca; piensa en contraste controlado, no en caos.
Mide con modestia: A/B de un elemento, seguimiento de CTRs, tiempo en página y comentarios cualitativos. Observa dónde la audiencia sonríe, se detiene o comparte. La rareza útil se traduce en señales concretas, no en elogios vagos de diseño.
Mi consejo final: arriesga con un solo elemento, recopila datos y multiplica lo que funciona. Ser raruno con propósito es iterativo y divertido —haz pruebas pequeñas, acepta el fracaso ágil y convierte lo extraño en tu ventaja competitiva.
¿Listo para quitarle drama al duelo creativo? Empieza por convertir intuiciones en pruebas sencillas: una variable por experimento, dos o tres versiones limpias (crudo vs llamativo vs raruno), y la misma audiencia segmentada. La gracia está en no enamorarte de una pieza: diseña, lanza y mide sin pena.
Organiza el experimento con pasos claros y métricas que importan. Por ejemplo:
No te cases con resultados prematuros: calcula tamaño de muestra, espera el ciclo natural de interacción y evita “optimizar” sobre ruidos (picos de día festivo, reposts, bots). Si quieres velocidad sin perder rigor, lanza la prueba orgánica y, si hace falta, impulsa el tráfico equilibradamente para alcanzar significancia más rápido. Itera: toma al ganador, varía un elemento nuevo y repite. Así conviertes el gusto por lo raro o lo llamativo en aprendizaje accionable y escalable.
Piensa en esta fórmula como una cuchara medidora para tu creatividad: 60% crudo, 30% llamativo, 10% raro es el punto de partida, no la sentencia. El 60% crudo te da autenticidad y claridad; el 30% llamativo atrapa y comunica rápido; el 10% raro es el laboratorio donde nacen las ideas que se vuelven virales. Juntos funcionan como contraste, no como competición.
No todo público necesita el mismo cóctel. Si tu audiencia es masiva y busca entretenimiento fácil, sube lo llamativo al 40% y baja lo raro al 0–5%. Si trabajas con nichos apasionados o early adopters, incrementa lo raro hasta 20–30% para premiar la originalidad. En entornos más conservadores o B2B, prioriza lo crudo (70%) y limita lo llamativo y lo raro, pero no los elimines: la consistencia vende, pero la chispa engancha.
También ajusta por plataforma: en TikTok o YouTube conviene más riesgo (50/30/20 o 55/30/15), en Instagram apuesta a lo visual llamativo (60/35/5), y en LinkedIn o Facebook domínalo con 70/20/10. Esas variaciones son atajos prácticos: la idea es respetar la mecánica de consumo de cada canal sin perder tu voz.
Cómo probarlo rápido: lanza una tanda con la mezcla estándar, mide CTRs, retención y comentarios, y cambia en incrementos del 10% según resultados. Mantén dos variantes por experimento (una más cruda, otra más rara) y documenta todo: qué funcionó, por qué y para quién. El dato importa más que la corazonada.
No hagas del 60/30/10 una camisa de fuerza: úsalo como mapa y reserva ese 10% raro como tu laboratorio creativo. Cuando algo raro engancha, escálalo; cuando no, vuelve a lo crudo que conecta. Ajusta, mide y repite: así la mezcla deja de ser teoría y se convierte en tu receta ganadora.
Aleksandr Dolgopolov, 31 December 2025