No es la bandeja de entrada la que te ignora: son tus asuntos. En segundos alguien decide si abrirte o borrar tu correo, y si tu línea de asunto suena como otro boletín genérico, pierdes antes de empezar. La gente busca utilidad, promesa rápida o una chispa de curiosidad.
Los asuntos aburridos suelen ser largos, impersonales y llenos de frases promocionales que nadie pidió. Evitan un beneficio claro, no generan imagen mental y usan palabras que los filtros o el propio lector catalogan como ruido. Si tu asunto puede describirse como "información" o "recordatorio", es probable que termine dormido bajo el botón "marcar como leído".
Empieza por la promesa: ¿qué gana el lector en una línea? Usa beneficio claro, números concretos y, cuando tenga sentido, el nombre del destinatario. Mantén longitud por debajo de 50 caracteres en móvil, y prueba versiones con y sin emoji para ver qué despierta más curiosidad sin parecer clickbait.
No confundas urgencia con desespero: "Última oportunidad" funciona solo si realmente hay escasez. Prefiere palabras que inviten a imaginar resultado (ahorrar, duplicar, conseguir) y evita clichés genéricos. Haz A/B testing frecuente: lo que suena bien en tu cabeza puede ser invisible en la bandeja.
Pequeño checklist para escribir asuntos en 60 segundos: 1) Beneficio en 7 palabras, 2) número o dato concreto, 3) palabra emocional o curiosa, 4) elimina adjetivos vacíos. Si queda natural, acorta otra palabra más.
Trata cada asunto como un titular de periódico: es tu primera —y a veces única— oportunidad para entrar. Si empiezas a experimentar con tres asuntos por envío y aprendes de los ganadores, dejarás de culpar a la bandeja y empezarás a ganar aperturas reales.
Olvida el folleto corporativo que nadie lee: escribe como si le entregases un mensaje a una persona real. Empieza con una frase breve que despierte curiosidad o con una pregunta directa. Usa el nombre del destinatario cuando puedas, habla en primera persona y no temas mostrar una pequeña imperfeccion humana; eso genera confianza más rapido que una portada perfecta.
Haz que cada frase haga su trabajo. Sustituye tecnicismos por palabras cotidianas, convierte bullets formales en frases cortas y añade una anécdota breve o un microejemplo para ilustrar la idea. Si te da vergüenza, imagina que le escribes a un amigo y copia ese tono: menos pompa, mas claridad. Evita frases hechas que suenen a nota de prensa.
Ponte practico: escribe el asunto como inicio de conversacion, usa el preheader para completar la idea y deja un solo llamado a la accion conversacional —por ejemplo, "¿Te apuntas?" en lugar de "Comprar ahora". Rompe parrafos largos, deja espacios y usa viñetas naturales con lineas cortas. Prueba variaciones A/B: una version super directa y otra con humor leve para ver cual responde mejor.
Cambia una cosa en tu proximo envio: un asunto mas humano, una frase personal y una pregunta que invite a responder. Mide la respuesta y repite lo que funciona. Email es diálogo, no pancarta; escribelo como tal y prepara las respuestas cuando lleguen.
Si mandas el mismo email a todos, no te sorprendas cuando abran la papelera: la segmentación es la cura. Las microlistas son esas mini-bandas de suscriptores con una afinidad clara —producto, etapa o comportamiento— que responden porque reciben exactamente lo que esperan; menos ruido, más oportunidad.
Empieza por señales fáciles de captar: clics en categorías, carrito abandonado, visitas repetidas o fecha de última compra. Crea reglas que automaticen el movimiento entre microlistas; por ejemplo, "vieron producto X pero no compraron" o "abren >50% de los envíos". Así tus envíos dejan de ser tiros al aire y pasan a ser acciones con intención.
No se trata de bombardear, sino de respetar. Define una frecuencia por microlista, deja elegir la cadencia al suscriptor y prioriza relevancia sobre volumen. A/B testea asuntos, preheaders y timing; limita los toques por trigger a 2–3 acciones y usa contenido dinámico para hablarle al contexto exacto del lector.
Haz una auditoría semanal: limpia inactivos, reengancha con secuencias suaves, personaliza una oferta concreta y mide CLTV y tasa de conversión por microlista. Pequeñas listas, grandes resultados: menos molestias para el suscriptor y más ventas para ti.
Piensa en tus secuencias como una playlist, no como una grabación en bucle: que el primer tema enganche, que el segundo entregue valor y que el tercero te lleve a la conversión. Diseña cada envío con una intención clara —dar la bienvenida, resolver una objeción, recordar un carrito abandonado— y evita la sensación de “envío automático” usando microdetalles que indiquen que hay una persona real detrás.
Empieza por mapear 3-4 arcos básicos: bienvenida, educación (nurture), prueba social y recuperación. Para cada uno, define el trigger, la cadencia y la acción que quieres que hagan tus suscriptores. Usa datos que ya tengas: comportamiento en la web, clics previos, o el producto que vieron. Con esa info puedes personalizar líneas, beneficios y recomendaciones sin sonar invasivo.
En la escritura, apuesta por voz humana y claridad. Sé breve, usa una sola llamada a la acción por correo y apuesta por microcopy que genere confianza (“sin números de tarjeta”, “prueba gratis 7 días”). Integra testimonios cortos o casos reales como prueba social y termina con un toque conversacional: una pregunta, una PS o una invitación a responder el correo.
Mide, prueba y ajusta: tasa de apertura, CTR y conversiones te dirán qué parte del flujo chirría. Haz A/B de asunto y CTA, reduce frecuencia si cae la interacción y rescata contactos con una secuencia de re‑engagement suave. Automatizar no es delegar la creatividad: empieza con secuencias simples, aprende y afina hasta que tus emails enamoren tanto como conviertan.
No hay magia: medir es la medicina. Si tus aperturas caen, no culpes al proveedor de correo; revisa primero asunto, remitente y segmentación. Empieza con tres números clave: tasa de apertura, CTR y Click-to-Open Rate (CTOR). Esos te dirán si te ignoran, te abren pero no interactúan, o si tus envíos ni siquiera llegan a la bandeja principal.
Cómo probar sin volverte loco: define una hipótesis corta (por ejemplo, "asunto más directo aumenta aperturas"), ejecuta A/B con una fracción representativa de la lista —10–20% o un mínimo razonable, 500–1.000 destinatarios— y cambia solo una variable por prueba. Mantén el test 24–72 horas según el ritmo de tu audiencia y registra siempre hora, segmento y dispositivo predominante.
No te olvides de las señales de salud: deliverability (bounces, quejas de spam), engagement por segmento (reactivación de inactivos) y la frecuencia de envíos. Si suben aperturas pero cae CTOR, el asunto está engañando: abren y escapan. Si las aperturas bajan pero el CTR sube, quizá tengas una audiencia más pequeña pero más cualificada.
Itera como un científico con buen gusto: documenta cada test, conserva los ganadores en una carpeta de "asuntos y combinaciones que funcionan", reaplica aprendizajes por cohorte y no tengas miedo de pausar lo que mata la interacción. Prueba, mide y repite con disciplina: dentro de poco tus métricas dejarán de parecer zombies y volverán a latir con conversiones reales.
Aleksandr Dolgopolov, 28 November 2025